martes, 21 de abril de 2009

Metodología en la enseñanza científico-técnica

La formación científica de calidad es importante sobre todo para quienes desarrollarán sus carreras en el ámbito científico o tecnológico.
Las formas de pensamiento típicas de la búsqueda científica son crecientemente demandadas en contextos profesionales y deben ser adquiridas mediante la creación de hábitos.
EL pensamiento científico conlleva experimentar con curiosidad, hacerse preguntas, pensar de forma crítica, resolver problemas, registrar información, buscar soluciones alternativas, saber comunicar con fluidez lo deducido, entender la ciencia como proceso, pensar en forma independiente, atreverse a asumir riesgos, trabajar en equipo, cuidar el medio ambiente, reconocer oportunidades, adquirir habilidades tecnológicas, entre otras.
El aprendizaje de la ciencia debe concebirse como un proceso activo en el cual la exploración, la reflexión y la resolución de problemas, cuando repercutan positivamente en la actitud del alumno, deben ser aspectos primordiales.
El conocimiento profundo de las materias es imprescindible para transformar la información en conocimiento útilmente comprensible y en consecuencia se deberá centrar el trabajo docente cualitativamente, eligiendo un número óptimo de temas que reúna un alto valor formativo.
Las nuevas formas de enseñanza planteadas dentro del EEES (http://www.eees.es/) están orientadas en último término a que los alumnos desarrollen competencias para realizar un control autónomo sobre su propio aprendizaje.
La simple transmisión de información, por muy erudito que sea el profesor y por muy brillante que sean sus conferencias, no será suficiente para despertar en el alumno una vocación hacia las ciencias.
El aprendizaje de la ciencia es un experimento en sí mismo, es una experiencia personal, con satisfacciones en el ámbito de la realización personal, del reto conseguido, de la aventura de saber. Esto requiere una innovación metodológica constantemente creativa, además no puede ser asumida por los profesores en forma aislada, sino que requiere de un esfuerzo mayor de distintos sectores de la sociedad que plantean unos fines pragmáticos y en especial de la comunidad científica que valida y respalda formalmente los resultados.
La idea tradicional es asignar los procesos de capacitación docente a los científicos haciéndose cargo de la profundización disciplinaria y a los pedagogos la posterior transferencia adaptación de ese conocimiento a la realidad escolar, con una necesidad de un acercamiento entre científicos y maestros o profesores. Posiblemente el profesor de ciencias debe ser ya científico en sí mismo. Que actúen como tal, que difundan el estilo de pensamiento científico en el planteamiento de las cuestiones más elementales. Por esa razón, la innovación de la enseñanza de las ciencias en niveles escolares debe empezar en las universidades. De ahí partirán los nuevos docentes con un sentido diferente de la metodología para embaucar y motivar, y sobre todo para enseñar mostrando su propio estilo de disfrute del descubrimiento por la razón, para que ya en esos niveles la ciencia nunca aparezca como un saber abstracto, inaccesible y aburrido.
Los aprendizajes son mucho más efectivos cuando nos centramos en los procesos mejor que en los meros contenidos, cuando nos olvidamos del cumplimiento rígido de un programa impuesto y tratamos de que el alumno progrese con disfrute y satisfacción personal en utilizar el raciocinio para buscar soluciones. No queramos meter forzadamente una enciclopedia en el alumno, sino que éste sea capaz de interpretar el libro abierto que es el mundo que le rodea para crear su propio discurso y entender los argumentos de los demás.
Puede darse el caso que un científico de gran prestigio por su acreditada dedicación y aportación al mundo científico-técnico, no reúna suficiente competencias para asumir con éxito sus responsabilidades en el campo de la educación. Nos encontramos con el dilema de investigar o enseñar, o con la posible incompatibilidad de ejercer la misma persona con profundidad y eficiencia simultáneamente esas actividades. Probablemente haya siempre que ejercer ambas, con preponderancia de una sobre otra en función de la persona o del momento circunstancial.
Nuestro esfuerzo debe estar encaminado a desarrollar los sistemas metodológicos y generar los ambientes que permitan la formación de equipos con variados perfiles donde el ingrediente científico o docente es variable. Así, entre ese abanico de diversidades se facilite la investigación y perfeccionamiento de las nuevas formas de enseñanza de las ciencias.
El científico consagrado tiene una responsabilidad especial en inculcar estas formas de relación, apoyando a los centros no sólo para que reflejen el rigor intelectual de la investigación científica, sino para que florezcan las actitudes y los valores sociales que son conducentes a un aprendizaje científico, transmitiendo sus experiencias y sensaciones personales en la aventura de descubrir por la razón. Actitudes como la capacidad de asombro, la curiosidad, el disfrute del hallazgo de la solución razonada y el respeto por la naturaleza entendiendo sus leyes, deben ser la energía que mueve al estudiante de ciencia y tecnología. Compartir estas sensaciones desde la posición de profesor o provocar que las emociones de sentirse racional interaccionen en el grupo de compañeros, reforzarán la inteligencia emocional del futuro técnico-científico.

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